No son insectos comunes: los machos portan un gen letal que les inyectan en su estado embrionario, antes de ser criados en un laboratorio y enviados a su misión exterminadora para combatir las enfermedades de dengue y chikungunya, transmitidas por otros mosquitos.
La modificación genética fue realizada por Oxitec, una empresa británica de biotecnología que promueve esa técnica como una solución innovadora contra el dengue, que este año se convirtió en epidemia en Brasil.
Más siete millones de esos mosquitos transgénicos han sido liberados desde el 30 de abril como parte de un acuerdo entre Oxitec y la alcaldía de esa ciudad de São Paulo, señala Guilherme Trivellato, gerente del proyecto en Piracicaba.
La empresa ya había realizado operaciones similares en lugares como Panamá, Islas Caimán y Bahía, en el noreste brasileño, pero Trivellato afirma que el de Piracicaba tiene características propias.
"La diferencia de este proyecto es la escala en que está siendo hecho", dice a BBC Mundo. "Es mayor que otros".
Afirma que todo marcha sobre ruedas, que los mosquitos transgénicos son seguros para los seres humanos y el medio ambiente.
Sin embargo, la iniciativa preocupa a científicos y activistas que ven riesgos para el ecosistema e intentan detenerla, incluso recurriendo a la justicia.
La pregunta de fondo es si Brasil —y el resto de la región— está suficientemente preparado para el uso de mosquitos genéticamente modificados y los cambios que pueden acarrear.